Demócratas–Cristianos, ¿por qué no?
En la política española no es habitual que una persona se identifique a sí misma como demócrata-cristiana, aunque comparta muchos de los principios de una ideología política tan relevante en el mundo desde hace más de 70 años.
Abundan, por el contrario, en los partidos de centro-derecha los que se presentan como liberales, reformistas o progresistas, aunque los que llevamos algunas décadas en estas cosas sabemos que la floración de esas adscripciones suele producirse cuando el (o la) que manda se identifica expresamente con las mismas.
Por ceñirme a mi partido, el Partido Popular, desde sus orígenes han intervenido en la vida pública personas cuya trayectoria política se ha enmarcado dentro de los principios de la Democracia Cristiana:
- Las personas como centro, principio y fin de toda acción política. El humanismo cristiano no confesional frente al individualismo egoísta y al colectivismo
- La economía social de mercado. El respeto a la propiedad privada y a la libre competencia, con promoción de la justicia social y de la solidaridad con los más desfavorecidos
- El principio de subsidiariedad en las relaciones entre las personas, las familias, las entidades de iniciativa social y las Administraciones públicas
- Las libertades educativas y el derecho de los padres de elegir la educación de sus hijos
- La defensa del derecho a la vida desde la concepción a la muerte natural, así como el respeto a la dignidad humana en la medicina y en la investigación
- La libertad religiosa y el derecho de los creyentes a pronunciarse públicamente sobre los problemas éticos del mundo actual, sin confinar sus convicciones religiosas al ámbito privado
- La defensa de una Europa integrada para garantizar la paz, las libertades y la democracia y promover la solidaridad y el bienestar de los pueblos europeos
Quienes han defendido, de palabra y de obra, estos principios dentro del PP lo han hecho con una voluntad integradora de crear y mantener lo que Eugenio Nasarre denomina “la casa común del centro-derecha español”, sin promover corrientes ideológicas internas ni asumir etiquetas que pudieran dificultar ese afán compartido.
E incluso han tenido que soportar ser catalogados de “conservadores” por quienes, dentro y fuera del partido, no comparten plenamente sus principios sobre la familia o el derecho a la vida. Algo que no podemos aceptar quienes hemos dedicado buena parte de nuestra actividad política a intentar mejorar la vida de los más desfavorecidos.
Hay personas en el centro-derecha español que se creen muy “progres” por apoyar el aborto o la ideología de género, pero que no se han inmutado, aparentemente, por los recortes en educación, vivienda social, sanidad y servicios sociales que se hicieron en la crisis reciente para reducir el déficit público y alcanzar la estabilidad presupuestaria.
Por todas estas razones, creo que ha llegado el momento de que las personas que comparten los principios y valores de la Democracia Cristiana reclamen – sin complejos y dentro de la lealtad a su partido político – la pertenencia a una corriente ideológica cuyo compromiso con la reconciliación entre los pueblos europeos, la dignidad humana y la economía social de mercado permitió a Europa superar los horrores de la II Guerra Mundial, la violación monstruosa de los derechos humanos por el nazismo y el comunismo y los riesgos del colectivismo.
Una ideología a la que pertenecieron Konrad Adenauer, Robert Schuman y Alcide De Gasperi, sin cuyos firmes principios, infatigable compromiso y leal cooperación no hubiera existido nunca la Unión Europea.
Luis Peral Guerra
Economista y Abogado