El terreno de juego tras el 26J.
Segunda Guerra Mundial, año 1943. El mayor Von Steiner está visitando del campo de concentración de Gensdorff y al ver un grupo de prisioneros que está jugando al fútbol se le ocurre la idea de organizar un partido de una selección alemana contra un grupo de prisioneros de guerra. El oficial aliado de los prisioneros se opone en un principio pero acabará aceptando para aprovechar el partido como distracción que les permita organizar su fuga.
Me parece que el argumento de esta película basado en una historia real nos sirve para hacer una composición del terreno de juego en el que se puede desarrollar la batalla de las ideas en toda Europa y de forma particular en España. Digo se puede, porque, salvo honrosas excepciones, el relativismo y la ideología de género han encontrado poca resistencia en el proceso de colonización ideológica que han sufrido los distintos países europeos.
En España, durante los últimos años sólo ha habido un contendiente que de forma implacable ha ido rediseñando el escenario y marcando las reglas. Ha sido el socialismo del Siglo XXI, cuyo máximo exponente en España es José Luis Rodríguez Zapatero, el que ha marcado las directrices del debate político en el que nos encontramos inmersos y al que gran parte de la “derecha” española ha contribuido en su avance inhibiéndose de sus responsabilidades. Bajo el perímetro del “Estado del Bienestar” único mantra que no se puede tocar, los ejes del terreno de juego se han desplazado en distintos órdenes; la idea de España como nación se somete a discusión a favor de un estado plurinacional, se fija una agenda social políticamente correcta en el que si tratas de defender la vida eres expulsado de la vida pública y no cabe oponerse a la promoción por parte de las instituciones de una educación sexual disociada de la persona. Sin salirnos formalmente de las reglas democráticas se ha cerrado el círculo “virtuoso” del progresismo y la moderación, fuera del cuál casi no hay eco mediático.
A pesar de que el relato de cómo estamos es relativamente sencillo para cualquiera que, con cierta perspectiva, recta conciencia y honradez intelectual analice los hechos, nos encontramos con la dificultad de que hay ciertas verdades que resultan muy incómodas. Pero si hay algo que caracteriza al humanismo cristiano es que el hombre no puede vivir y actuar sin esperanza y así se ha demostrado en las grandes crisis del Siglo XX. Estamos en un momento, en el que, si se acompaña la coherencia del relato con la articulación de una propuesta clara de identidad en valores formulada de forma atractiva, llegará una ventana de oportunidad para alcanzar relevancia pública y al igual que los prisioneros aliados podremos jugar nuestro partido.
Hay dos tramas que se entrelazan en el argumento de la película; por un lado el plan de evasión que se trabaja a escondidas y por otro, el partido de fútbol contra los oficiales alemanes en un campo hostil y con un árbitro casero de las SS. Se necesita una vanguardia cultural que visibilice una resistencia basada en la dignidad de la persona teniendo en cuenta que el terreno, el árbitro y hasta el público serán adversos. Mientras tanto, es condición previa a cualquier confrontación de ideas, que entre aquellos grupos de personas que compartimos unos mismos principios dediquemos el esfuerzo y el tiempo necesarios en construir nuestra identidad sobre lo que somos, confrontando el discurso, articulando pensamiento, lenguaje y plan de acción y sobre todo uniendo voluntades.
Hay una escena en la película, al comienzo de la segunda parte, en el que los jugadores salen del vestuario dispuestos a jugar pese a que todo el mundo esperaba que se hubiesen fugado. Llegará un momento en el que la sociedad española se pregunte, ¿Hay alguien a la derecha? Lo aliados salieron a jugar. Y ganaron.
Gonzalo de Ulloa Lapetra