Hemiciclo-552x362Después de algo más de 300 días de interinidad y una legislatura abortada, se inicia la número doce, sin aparentes perspectivas de que llegue a su ecuador. La necesidad de que se formase, -por fin- gobierno, la eclosión de la crisis interna del PSOE, su posicionamiento ante  la investidura de Mariano Rajoy, Podemos desafiando la voluntad popular, en la calle y en el Congreso, la toma de posesión , las quinielas acerca de los futuros ministros, esos han sido los temas que nos han ocupado , o, más bien, los aspectos que han destacado los medios de comunicación, durante este estado de anormalidad institucional, en  el que  nos hemos mantenido en los últimos meses.

La actualidad manda, es cierto, y son los titulares de los periódicos los que marcan la importancia de los temas que se discuten. Vivimos en un país en el que un tuit de Errejón –el número 2 de Podemos-  comentando un chisme del concierto de Operación Triunfo, es retuiteado casi seis mil veces y el debate que suscita merece más de una noticia y hasta algún sesudo análisis en la prensa “seria”. Mariano-Rajoy-TwitterIncluso Rajoy, en su calidad de presidente de España, elige esa red social para manifestar apoyos o condolencias y hacer comunicados.

Ciento cuarenta caracteres es el tope de cualquier reflexión, y aunque hay verdades que necesitan menos para ser expresadas,   el tuit se ha convertido en la medida de  la profundidad de las ideas políticas y en la limitación autoimpuesta para preguntarnos si la realidad que se nos ofrece es la realidad que nos importa.

De modo que sí, tenemos gobierno, y no parece sensato manifestar otra cosa que satisfacción por ello, pero ¿por qué no hablar del precio? O, lo que es más grave ¿por qué no mencionar que no parece haber siquiera conciencia de haberlo pagado?

“Estoy dispuesto a incidir en los temas que unen, aparcar los temas que nos separan o hacer el doble de esfuerzo para que dejen de separarnos”. Esta frase, pronunciada por Mariano Rajoy, está dentro de la lógica de quien necesita llegar a acuerdos para lograr ser investido y quien sabe que deberá pactar,  y mucho, para sostener un gobierno en minoría.

Esa disposición al pacto y al acuerdo es deseable cuando se gobierna con mayoría absoluta e imprescindible cuando no se tiene, pero en ambos casos, dentro de la teoría política, saber hacerlo se considera una virtud.

Rajoy-Congreso-Diputados_ECDIMA20161017_0013_21La cuestión es que un partido político no es una empresa, ni sus dirigentes se sientan en un consejo de administración. Los temas sobre los que pactar no pueden limitarse al balance de cuentas, porque quienes depositan su voto, no lo hacen sólo para premiar una buena gestión, sino porque sienten afinidad por unas ideas y se consideran representados por un proyecto político. El hecho es que, bajo mi punto de vista, el partido que está dispuesto a negociar sobre casi todo, no lo va a hacer desde una posición ideológica clara, incluso desde ninguna posición ideológica, porque no lo considera necesario y porque hace tiempo que inició un camino en el que la mayoría de los presupuestos ideológicos con los que se identifican sus votantes han desaparecido. El pragmatismo parece haber hecho innecesaria la ideología en el Partido Popular, y la urgencia en solucionar la indeseable situación de interinidad , unida al pavor que suscitan, en esos mismos votantes, Podemos y los partidos separatistas, han abonado la creencia de que mencionar determinados temas –antes seña de identidad del Partido- no es sólo innecesario, sino inconveniente.

Sin embargo, eso no es del todo cierto. Es verdad que cuestiones como la defensa de la Vida, el apoyo a la Familia, la libertad lingüística en las CCAA gobernadas por nacionalistas y otra serie de cuestiones que tienen que ver con la dignidad del ser humano y la libertad individual, han estado inexplicablemente ausentes del debate político -y no solamente del de investidura-, así que, es previsible que no sean en ningún caso, las líneas rojas que el PP no está dispuesto a dejar traspasar en los futuros pactos. Es verdad que podemos achacar esta ausencia a la inoportunidad de suscitar temas que parecen estar entre “los que nos separan”, por ello, qué mejor que dejarlos aparcados en bien del deseado e imprescindible consenso. Tampoco parece que estas cuestiones importen demasiado a los españoles, si el único indicador son los titulares de los medios. Así que,  mejor no mencionar estos temas  y, en caso de discrepancia con el electorado, escudarse en el pragmatismo.

Pero decía que eso no es del todo cierto, y no lo es porque, mientras en nombre de ese pragmatismo, se aparcaban todas esas cuestiones, en el seno de la dirección del Partido Popular, se ha ido produciendo un viraje ideológico centrado, precisamente, en esas mismas cuestiones. Y, si bien es cierto, que ese cambio,- que nunca ha sido debatido en un congreso-, se inició en la anterior legislatura, la situación de interinidad, unida al poder omnímodo de determinados dirigentes autonómicos, junto con el hecho de que competencias como Sanidad, Servicios Sociales o Educación, además de la capacidad de legislar, estén en manos de las CCAA, han permitido la aprobación de leyes y medidas, deudoras todas de la Ideología de género y contrarias, aparentemente, a los valores del PP, sin que haya habido la menor reacción por parte de la dirección nacional. Es decir, que mientras se hurtaban del debate los valores del PP, por considerarse inoportunos, se han ido imponiendo los contrarios a los mismos, desde las direcciones regionales y –para qué dudarlo- con la aquiescencia de la dirección nacional.

Gari Durán