ParalímpicosLa semana pasada terminaron los Juegos Paralímpicos de Río 2016, una sucesión de pruebas deportivas a las que la opinión pública de nuestro país ha prestado muy poco interés. Después de las horas y horas de televisión y de radio y de las miles y miles de páginas de periódicos que ocuparon Mireia Belmonte, Rafa Nadal o Saúl Craviotto, ¿Quién sabe quiénes son Kim López, Óscar Salguero o Nuria Marqués, entre otros muchos?

Sin embargo, su sacrificio, sus hazañas, su ejemplo y sus éxitos suponen una lección de vida. Detrás de esos nombres, y de otros deportistas, españoles y de otros muchos países, hay apasionantes historias de superación, de valor y de inconformismo, que nos hacen recuperar la esperanza en una sociedad mejor.

En primer lugar, son personas con diferentes habilidades, con ciertas limitaciones y con un afán de trabajo y de no rendirse nunca digno de ser tenido en cuenta. En una sociedad cada vez más egoísta, más hedonista y más preocupada por la imagen y las apariencias, los deportistas paralímpicos son una fuente de inspiración, ya que reivindican con su ejemplo el valor de la confianza en uno mismo, por encima de la opinión de los demás.

Paralimpicos EspañaTambién nos invitan a reflexionar sobre el valor del esfuerzo y el sacrificio. En un entorno en el que nos encanta que nos den las cosas hechas, donde pensamos más en nuestros derechos que en nuestros deberes, donde compramos juguetes sofisticados para los niños en vez de pasar tiempo con ellos, o en el que la comida preparada prevalece sobre las recetas de nuestras abuelas, estos héroes de nuestro tiempo dedican días, meses y años a prepararse para superarse a sí mismos.

Son, todos ellos, una verdadera escuela de valores, muchos absolutamente olvidados en nuestra sociedad: como la aceptación de una realidad no siempre sencilla; el no resignarse y no conformarse con una vida que realmente está por escribir; el derecho a cumplir los propios sueños, aun sabiendo que llegar a la cima exige un duro trabajo; la búsqueda de la excelencia, con el foco siempre puesto en mejorar, incluso en medio de las dificultades; o el trabajo en equipo y la fe en el compañero, en el caso de muchos invidentes que corren o hacen ciclismo con un guía que les orienta sobre el camino a seguir.

Y lo más importante, nos dan una clase práctica sobre la dignidad de la persona humana. En una civilización en la que se generalizan prácticas como el aborto o la eutanasia, que suponen el aniquilamiento por terceros de la vida de sus semejantes, los deportistas paralímpicos nos emocionan con su compromiso con la vida. Personas con dificultades, con problemas que en muchos casos condicionan sus vidas, pero que viven sus vidas en plenitud, con ilusión, con determinación y con entusiasmo.

26817_infanta-elena-felipe-victoria-marichalar-deportistas-paralimpicos-londres-2012Y con ello ponen de manifiesto que toda vida tiene la misma dignidad. La de una persona con alguna discapacidad. La de una persona con síndrome de Down. La de una persona sin alguno de sus miembros o con alguna limitación física o psíquica. Y la de una persona, en teoría, en plenitud de facultades. Ninguna vida es mejor o peor. Ni más o menos digna. Todas son igual de valiosas.

Y por ello, es momento de agradecer a nuestros deportistas paralímpicos, y a los del resto de países, su ejemplo y su lección, Su testimonio real y práctico sobre la dignidad de la vida humana. Más allá de opiniones personales o de manipulaciones ideológicas, este conjunto de hombres y mujeres valientes nos dicen que debemos dejarles vivir, ayudarles a vivir, dejarles disfrutar de la vida.

Este es un mensaje especialmente nítido para políticos y legisladores, que en las últimas décadas y en muchos países del mundo han aprobado, y siguen aprobando, leyes en sentido contrario. Leyes de la muerte, que reconocen la capacidad de los médicos para eliminar un feto, el derecho de las personas para acabar con la vida de sus semejantes o ponen en cuestión si determinadas patologías son o no compatibles con la vida.

Ante ellos se alzan los deportistas paralímpicos, que sin debates, sin argumentos, sin palabras, pero con la fuerza de los hechos nos hablan de vida, de esperanza, de futuro, de ilusión, de entrega, de sacrificio y de sueños cumplidos. Ojalá que estos Juegos Paralímpicos supongan un antes y un después en esta deriva de la muerte, supongan un aldabonazo en nuestras conciencias dormidas y favorezcan la opinión colectiva de que toda vida humana es digna de ser vivida.