Patriotismo y Nacionalismo, una delgada línea que España descubre ahora
Chesterton decía que el patriotismo se parece a un hombre al que, al tiempo que ve arder su casa, le preguntan qué es lo que pierde con ello: no sabría por dónde empezar a explicar todo lo que las llamas están haciendo desaparecer de su vida.
A esta realidad es a la que muchos españoles despertamos el día del simulacro de referéndum en Cataluña. Y de forma espontánea, sacudiendo absurdos complejos que duraban ya demasiado tiempo, los españoles salimos a la calle con nuestra bandera y la colgamos en nuestros balcones. Resurgía en nosotros el “patriotismo”, palabra arrumbada en el desván de las cosas aparentemente inservibles. Patriotismo que no es algo constitucional, es muy anterior: es el apego a un territorio, a una cultura, a unas gentes. Es en el fondo, solidaridad humana.
Ese mismo día muchos cayeron en la cuenta (otros lo hemos sufrido en nuestras carnes con anterioridad) que el nacionalismo es una forma de opresión, en la que se disfruta a modo del pirómano, pegando fuego a la casa del vecino. El nacionalista se afirma a sí mismo en contra del otro: la historia y la realidad son meros instrumentos maleables con el único fin de lograr una autoafirmación que me haga diferente y mejor que los demás (o como en el caso de PNV y el cupo, más rico).
La frontera de lo que llamamos patriotismo y nacionalismo (no discutamos sobre palabras), es muy delgada, ya que los sentimientos humanos no se dan nunca de forma aislada. De esto tratan de aprovecharse los que hacen llamamientos a ahogar la esperanza que ha resurgido en España: Saquemos banderas blancas decía Podemos, quitemos las banderas símbolo de confrontación decía El País. Ciudadanos está resucitando el nacionalismo español dice el PP. Pero mienten.
Quienes estuvieron en las manifestaciones de Barcelona y vieron el espíritu que las animaba lo pueden afirmar: el movimiento patriótico que vive España es un despertar esperanzador. Viene a romper el yugo que los españoles no nacionalistas sufren en Cataluña, País Vasco, Navarra, Baleares, Valencia… A acabar con un sentimiento degradante para las personas y las sociedades como es el nacionalismo. A recuperar la solidaridad dentro de la comunidad viva que es España.
Manuel Zayas