Con los acontecimientos de estos últimos días, algunos se han empeñado en hacer más duro la credibilidad de los políticos. Corrupciones, autobuses provocadores, cesiones en campos como la educación, los presupuestos…

Se palpa una desafección creciente. Además, afecta tanto a los partidos de derecha como de la izquierda. Ya no hay defensa cerrada sobre ninguna causa. Nadie se fía de nadie. Han convertido la política en una actividad bajo sospecha permanente. Luego nos rasgamos las vestiduras con declaraciones grandilocuentes contra la corrupción. Se ve mucha inquina y “maquiavelismo”. Es el viejo principio de acción reacción. Hay algo que me perjudica. Saco otra cosa a la palestra y la gente ya no me mira directamente.

Vivir sin principios tiene consecuencias. Ya podemos legislar, crear normas de transparencia, declaración de bienes, de actividades… Sin principios, no hay nada. Prescindir de un ideario político se trueca en mantener, por encima de todo, una posición política. El poder por el poder.

¿Es reversible esta situación? Sin ninguna duda. Aunque suene a iluso creo que todos los responsables políticos tienen una obligación cabal: decir lo que piensan, aunque afecte a su posición, tender puentes, con los propios y contrarios, buscar formas de entendimiento y trabajar para defender la honestidad de la gran mayoría de los que se dedican a la cosa pública. Conjugar el verbo dimitir, sin esperar a momentos procesales oportunos. En esto podemos mirar hacia Europa. Nos dan lecciones de largo.

Hay que tener valentía. No ocultarse tras el tan manido “mal menor”. Reaccionar con fuerza, claridad y respeto. Continuar en la lucha. Uno de los principales males de nuestra democracia es la endogamia de los partidos tradicionales. Es una endogamia interna que cierra puertas, expulsa a los que no piensan como ellos y crean argumentos para justificar lo injustificable. Pluralidad, apertura y sinceridad. Huir de lo que me conviene y buscar el bien común y el interés general.

Con todo ello, hay esperanza. Viene tras de nosotros una nueva generación. Hombres y mujeres jóvenes, preparados, inquietos, apasionados… y preocupados por el presente y futuro. Parece que en los últimos años hayamos tirado, por la borda la ilusión de crear, de soñar de alcanzar nuevos retos. Se hace duro seguir los informativos. No se sabe dónde poner la mirada.

Sí. A pesar de todo, hay esperanza. Esperanza en la honradez de las personas de bien. En los miles de jóvenes que se siguen formando.  Esperanza en un país que sabe que es sufrir, que anhela más oportunidades, que está abierto al mundo. Un país que cuanto emprende es capaz de llevarlo a término. Un país alabado por nuestras costumbres, tradiciones y cultura. Un país que ha sido capaz de modernizarse, de crecer, de poner en primera línea a nuestras empresas y sus directivos. Un país apasionante.

No todo es política en la vida. Aunque realmente juega un papel primordial. Paguemos bien a los políticos. Echemos fuera a los que no aportan nada. Denunciemos y expulsemos a los corruptos. Valoremos y estimemos a los que cumplen con su palabra. Y luego creemos un sistema donde exista una rotación para las responsabilidades públicas. Considero que uno de los elementos perturbadores de la política actual, en nuestro país, es la tendencia a perpetuarse en los puestos. De ahí nacen muchas aptitudes peligrosas.

Estamos de paso, pero no pasamos de nuestras responsabilidades. Somos ciudadanos con derechos y deberes. Si tenemos el honor de representar a los ciudadanos hagámoslo con decoro, con sobriedad sabiendo que solo estamos, de paso.

 

Ángel Pintado Barbanoj