Transcribimos a continuación la ponencia completa de María San Gil «Consecuencias y manifestaciones de la crisis en España (28 de Abril de 2014)

CONSECUENCIAS Y MANIFESTACIONES DE LA CRISIS EN ESPAÑA

María San Gil Noain

Madrid, 28 abril de 2015

Muy buenas tardes a todos. Muchísimas gracias por su presencia hoy aquí. Me asombra que un martes por la tarde se tomen ustedes la molestia de venir a escucharnos a Jaime Mayor y a mí. Debe al parecer ser cierta la fórmula que dice que “en Madrid a las 8 de la tarde o das una conferencia o te la dan». 

De la presentación de Jaime no voy a comentar nada, Jaime para mí es más que un compañero de partido, Jaime es un buen amigo, alguien a quien aprecio y admiro. En mi vida política he sido, de verdad, una mujer afortunada, porque he aprendido “la profesión» de los mejores.

Mi primer modelo fue Gregorio Ordoñez cuando en el año 91 empecé a trabajar con él en el ayuntamiento de San Sebastián donde me enseñó con su ejemplo todo lo que la política tiene de responsabilidad, servicio público, defensa de unos principios, coherencia, honestidad y trabajo duro. Cuando el 23 de enero del año 95 Eta asesina a Gregorio en un bar de la Parte Vieja donostiarra, el partido tuvo que buscar al mejor para intentar cubrir el hueco espantoso que había dejado y nadie mejor que Jaime para tomar el testigo.

De Jaime, que también tiene muchas de las virtudes de Gregorio, admiro su visión política, su capacidad de análisis (como Casandra que tenía el don de la profecía pero también la maldición de que nadie le creería), su defensa a ultranza de la verdad y su coherencia personal.

Convendrán conmigo en que no se puede tener mejores modelos políticos y también personales. Por eso, hoy, ¡¡no me conformo con cualquier cosa!!

En este ciclo de conferencias han intervenidos personalidades ilustres para hablarnos de la Crisis: Jaime Mayor y Juan Pablo Fusi con «Las raíces de nuestra crisis», José Ignacio Munilla y Curro Contreras nos hablaron «del peligro islamista» y por fin Manolo Pizarro de «La crisis institucional de España y las vías de salida». Con semejante plantel es muy difícil estar a la altura, pero me gustaría compartir con todos ustedes mi reflexión sobre qué creo que está ocurriendo en España, su porqué y la posible solución.

Cuando presenté a Manolo Pizarro comenté que no eran buenos tiempos para el Humanismo Cristiano, estamos dando la espalda a los Principios y Valores que son nuestra raíz histórica y que nos han forjado a los largo de los siglos.

Nuestro modelo de sociedad está inspirado en la cultura cristina, en sus principios y valores. Independientemente de si cada uno de nosotros es creyente o no, es innegable porque es un hecho histórico. La cultura cristiana ha sido quien ha dado forma y consistencia a nuestra sociedad y quien ha llevado a Europa a la vanguardia del mundo civilizado. Estamos padeciendo una clarísima descristianización de la sociedad.

La descristianización de Europa es más que evidente, ya lo vimos al aprobar la Constitución Europea cuando Valéry Giscard d´Estaing, presidente de la Convención que redactó el proyecto de constitución, no quiso que en dicha constitución se reflejara la matriz cristiana de Europa, y la aportación decisiva del cristianismo y la visión cristiana del hombre a la historia y a la cultura de diferentes países, lo cual es una realidad incuestionable de la historia y cultura europeas. Es un error histórico.

En el preámbulo se reconocen herencias culturales, religiosas y humanísticas pero sin mención expresa al cristianismo en un  intento de que la ideología oscurezca y oculte la historia cuando la influencia del humanismo cristiano en Europa es un elemento básico de la identidad europea.

Por eso ha resultado inaudito, inusual y gratamente sorprendente ver a David Cameron, primer ministro británico, felicitando la Pascua en un mensaje de dos minutos y medio denunciando la persecución de los Cristianos en Irak y Siria, poniendo en valor la labor social de la Iglesia, reivindicando las raíces  cristianas del Reino Unido y ensalzando los «valores reales» del cristianismo: “La responsabilidad, la caridad, la compasión, la humildad, el perdón y el amor». ¡¡Me hubiera gustado ver a Mariano Rajoy diciendo exactamente lo mismo!! Pero hoy nos acompleja, o incluso nos avergüenza, simplemente el reconocer todo lo que de positivo ha tenido el cristianismo en nuestra historia y todo lo que ha contribuido a hacer de nosotros la sociedad que somos y en muchos casos una sociedad mejor. Queremos obviar unas raíces de las que nos deberíamos sentir orgullosos más allá de las creencias individuales de cada uno. Es nuestra Historia.

Padecemos una brutal expansión de la corriente relativista (relativismo moral no hay bien o mal, depende de las circusntancias) que tiene como objetivo destruir todos los valores que encarnan la cultura cristiana, la familia, el derecho a la vida, el concepto de compromiso y obligación, la idea de nación, las instituciones políticas, es decir todo aquello que nos ha hecho ser lo qué somos a lo largos de los siglos. Y tiene está corriente la capacidad de que aquello que no destruye lo convierte al relativismo (no tienen más que pensar en instituciones, colectivos, partidos,… que antes defendían determinados planteamientos y posturas ahora sin explicaciones ni argumentos se encuentras en posturas diametralmente opuestas).

Nuestra actitud como sociedad y como personas individuales es la perfecta para que el relativismo campe a sus anchas, nuestra actitud de desidia, pasotismo y poca firmeza le deja el camino abierto a esa corriente ideológica que pretende destruir todas las estructuras sociales que están construidas sobre la cultura cristiana.

Vivimos en la cultura del mínimo esfuerzo, del individualismo, del «sálvese quien pueda», de hacer lo que yo quiero cuando quiero y como quiero, solo queremos derechos pero sin obligaciones ni responsabilidades.

El sociólogo Bauman, autor del concepto «modernidad/sociedad líquida» para definir el estado fluido y volátil de la sociedad actual reflexiona sobre la sociedad sin valores sólidos, una sociedad líquida en la que ser flexible es una virtud.

Pero deberemos ser conscientes de que semejante  actitud no sale gratis, termina pasando factura y tiene consecuencias. No es lo mismo una sociedad que se esfuerza, que vive preocupada por el prójimo, que se guía por determinados principios morales que otra que se sumerge en el relativismo y que solo sabe quejarse de la crisis pero sin poner solución.

Y hoy, queridos amigos, nosotros somos esa sociedad cigarra que ha disfrutado, ha cantado y ha bailado y la llegada del severo invierno le ha pillado sin provisiones y sin capacidad para hacerle frente. Y estamos en el crudo invierno, sin brújula moral y desnortados.

Las consecuencias de la corriente relativista son evidentes en lo económico, social y político.

En el ámbito económico, estamos viviendo una situación económica complicada que nos ha llevado al desprestigio internacional, a ser casi intervenidos. Eso ha hecho que el gobierno se ocupe solo de la economía, como si no importara nada más y que durante meses sólo nos hayamos preocupado de la prima de riesgo.

Vivimos hace unos años una etapa de prosperidad económica y nos creímos que iba a ser siempre así, nos acostumbramos a tener dos coches, una segunda residencia y a irnos de vacaciones a países exóticos, se despertó en nosotros un ansia desmedida de bienes materiales y todo eso al margen de si el suelo es suficiente o si va a ser para siempre. Nos hemos olvidado, literalmente, del ahorro y de la austeridad. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, creyendo que la prosperidad era infinita en tiempo y en cantidad y nos hemos puesto a gastar y a derrochar a manos llenas.

Nos hemos convertido en uno de los países más endeudados del Planeta en relación a su riqueza. La deuda pública en España en 2014, que fue de 1.033.857 millones de euros (1 billón de euros, 1 millón de millones y en pesetas 167 billones de pesetas).

Esta cifra supone que la deuda en 2014 alcanzó el 97,70% del PIB de España. Según el último dato publicado, la deuda per cápita en España en 2014, fue de 22.256 euros por habitante (casi 4 millones de pesetas). En mi familia somos 4 y debemos casi 16 millones y ¡mis hijos todavía están en el colegio! Es interesante mirar atrás para ver que en 2004 la deuda por persona era de 9.105 euros.

Fruto del gasto desmedido, de la falta de ahorro y austeridad estamos tan endeudados que el Gobierno ha tenido que hacer una Ley (Ley de Segunda Oportunidad) de apoyo a familias y empresas. El Gobierno esperó aliviar la deuda de particulares y empresas que ya no pueden hacer frente a sus acreedores.

Estoy segura de que saldremos de la crisis económica, pero de lo que no estoy tan segura es que dejemos de ser cigarras para convertirnos en hormigas.

 

En el ámbito social, el Relativismo (lepra del siglo XXI como lo denomina Jose Manuel de Prada) tiene como objetivo destruir los valores de la Cultura Cristiana por eso el gran enemigo es la Familia. Una sociedad individualista y egoísta, de pensamiento puré/blando y totalmente materialista choca frontalmente con todo lo que significa la familia: tradición, seguridad, respeto, cariño, responsabilidad, sentimiento de pertenencia (somos como los eslabones de una cadena, antes estaban nuestros padres, abuelos y luego vendrán nuestros hijos, nietos), la familia nos da estabilidad.

Por eso hoy en día es atacada por todos los flancos, para empezar nos proponen otras versiones, otros tipos de familia. El anuncio de Coca Cola es un buen ejemplo, para hablarnos de felicidad nos presentan nuevos modelos de familia: familia homosexual, la madre soltera, pero no aparece la familia tradicional. La familia tradicional hoy no vende, ¡¡no es un buen modelo!!

 Y eso que gracias a la crisis (algo bueno tenía que tener), la familia se ha revelado como el pilar fundamental para sostener a la sociedad y ha sido el refugio para muchos ciudadanos que se han quedado sin trabajo y sin sustento. ¡Cuántos jóvenes y no tan jóvenes ha tenido que recurrir a sus mayores para que les ayuden en estos momentos de dificultades económicas! La familia protege y recoge a los más afectados por el azote económico.

A pesar de esto el Gobierno ha dejado pasar la oportunidad de hacer una verdadera política de apoyo a la familia, un Plan Integral para avanzar en la protección social, jurídica y económica de las familias. Debe ser que identificarse con el repaldo a la familia es ponerse una etiqueta de antiguo, carca y poco moderno. Lo cual es una pena porque creo que era una de las tareas más importantes de este gobierno, incrementar la calidad de vida de las familias españolas, fomentar la solidaridad intergeneracional, afrontar los retos socio demográficos del envejecimiento de la población y la escasa natalidad (tenemos un verdadero problema demográfico al que Alejandro Macarrón llama Suicidio Demográfico). Apoyar a la familia es la mejor inversión en estos tiempos difíciles.

El número de matrimonios en España se ha reducido a casi la mitad en los últimos 30 años y, en relación con la tasa de divorcios de diferentes países, España tiene el dudoso honor de estar en el 5º puesto con un 61% de rupturas de pareja (nos vuelve a ganar Portugal o Bélgica con más del 65%). Se casan menos parejas y se divorcian muchas más, unos 130.000 divorcios al año  (más de 360 personas al día pasan a ser divorciados). Hoy en día es casi milagroso que un matrimonio dure más de 15 años (media para divorciarse).

No voy a decirles nada del número de abortos en nuestro país, todos son demasiados, pero ¿qué dice de nosotros como sociedad y como país el hecho de que podamos llegar a considerar que el aborto es un derecho? Me quedo embarazada, no me viene bien y aborto, no asumo ninguna responsabilidad y no hay pesar. Como ser humano no se pueden pervertir más los valores morales. Ya lo dijo Julián Marías, «La aceptación social del aborto es lo más grave que ha ocurrido, sin excepción, en el siglo XX».

Este es nuestro modelo social: me caso y me divorcio, da lo mismo el matrimonio heterosexual que el homosexual y da igual ser progenitor A que B o que haya dos o tres progenitores. Me quedo embarazada y aborto (no quiero asumir responsabilidades). Nuestros mayores nos molestan…

Me reconocerán que como modelo social y ejemplo para generaciones venideras dejamos bastante que desear. Sobre todo porque este tipo de actitudes no responden en la inmensa mayoría de españoles a una clara voluntad, sino que dejamos, en muchos casos, que todo esto ocurra por falta de firmeza, de coherencia. No queremos ser intolerantes ni radicales con determinados planteamientos y estamos dejando que nos «construyan» una sociedad en la que, en el fondo, no creemos. Burke, pensador y político irlandés, dijo con razón que «Hay un límite en el que la tolerancia deja de ser una virtud».

 

Y, finalmente, en el ámbito político, si antes les comentaba que en el ámbito social la familia es el gran enemigo del relativismo, en el ámbito político podríamos decir que es la Nación por todo lo que representa de solidaridad, legalidad, igualdad, y libertad. Valores que chocan con el relativismo imperante.

En España el desprestigio de la Nación, de España, es evidente, protagonizado, ¡cómo no!, por los nacionalistas catalanes, vascos y por algunos dirigentes de la izquierda como el ex presidente Zapatero con su concepto discutido y discutible de nación.

Somos un país de 47 millones de habitantes y nos tienen en solfa los nacionalistas vascos que no llegan a 600.000 y los nacionalistas catalanes que son 2.100.000 (los que votaron en el referéndum ilegal), que buscan desde siempre la ruptura con el resto de España. No somos capaces de plantar cara con determinación, de defender sin complejos y sin rubor un proyecto propio de una España unida y plural en la que quepamos todos los que queremos sumar y hace del conjunto de España una referencia en Europa.

Pero el Gobierno actual que ha caído también el relativismo, en la falta de rigor, en la carencia de firmeza,  contagiado por el gobierno anterior de Zapatero, nos obliga a contemplar el desafío soberanista en forma de referéndum ilegal (tal y como advirtió el Tribunal Constitucional) en el que sólo votaron 2.100.000 catalanes. Y ahora nos amenazan con unas elecciones plebiscitarias  para el 27 de septiembre. Hoy Cataluña está a la vanguardia del separatismo, antes estuvo el País Vasco (plan Ibarretxe) pero no nos equivoquemos porque son vasos comunicantes, se contemplan unos en el espejo de los otros, y en ocasiones se dan claramente el relevo para asumir el papel político.

Les voy a poner un ejemplo evidente de lo absurdo de este país, dentro de unos días se juega entre el Barcelona y el Atlético de Bilbao la final de la Copa del Rey. La polémica está en que parte de las aficiones de esos dos equipos no se sienten españoles y van a pitar el himno. ¿Si no se sienten españoles porqué participan es este torneo? ¿Por qué permitimos, los demás, que ofendan un símbolo de la unidad de España y nos ofendan a todos? ¿Es más importante un partido o la imagen de un país? ¿Tenemos que tolerar su «odio» a España pero ellos no deben cumplir la Ley? ¿Y si yo hago cumplir la Ley estoy crispando, provocando, reprimiendo? Es el mundo al revés, pero porque nos dejamos. También en el País Vasco hemos tirado la toalla, hemos abandonado nuestros ideales de defensa de la libertad y derrota del terrorismo. Ahora preferimos caer bien, ser políticamente correctos y ponernos de perfil.

Sin abandonar el terreno político, voy a dirigir mi mirada al País Vasco. ¡Qué les voy a decir de las consecuencias del relativismo en el País Vasco! Durante años en el País Vasco fuimos inflexibles en la defensa de la libertad y la derrota del terrorismo, hoy las tornas han cambiado, nuestros políticos prefieren ser simpáticos, políticamente correctos y sentirse cómodos en una sociedad que tiene síndrome de Estocolmo, y que ha padecido más de 50 años de terrorismo y hegemonía nacionalista.

Los ejemplos son innumerables empezando porque, por mucho que se empeñen, Eta no está derrotada, no ha entregado las armas, no ha pedido perdón y no ha pasado a manos de la justicia. De hecho, para vergüenza y oprobio de nosotros como sociedad y de nuestro Estado de Derecho, hay, todavía hoy, 55 años después del primer asesinato de Eta (Begoña Urroz 27 junio 1960), después de 858 asesinatos, miles de heridos, secuestrados, extorsionados, y años padeciendo el terror y la falta de libertad, hoy todavía hay más de 300 asesinatos sin resolver (magnífico libro de Juanfer F. Calderín, «Agujeros del Sístema: más de 300 asesinatos sin resolver”, COVITE).

Eta ya no mata, pero tampoco le hace falta porque hoy fruto de la desidia y la cobardía, hemos permitido que estén en las instituciones. Se ha legitimado la ideología fanática que ha sustentado el terrorismo. Tienen 1.138 concejales, 123 alcaldes, 6 fiputados, 3 senadores y 21 parlamentarios vascos. Hoy son la segunda fuerza en Euskadi y tienen la suerte de que el resto de partidos ya no quiere ilegalizarles y les traten como si fueran demócratas de pleno derecho y no tuvieran un pasado del que arrepentirse.

Estamos asistiendo en el País Vasco con el beneplácito del resto de España a situaciones que ni en la peor de nuestras pesadillas hubiéramos temido. Tenemos un Lehendakari que se reúne con el colectivo de presos vascos para preocuparse por su situación y no se ha reunido todavía con las asociaciones de Víctimas y su secretario de Paz y Convivencia, antiguo concejal de Batasuna en Tolosa, se reúne en la cárcel con Rafa Diez Usabiaga, ex secretario del sindicato LAB. Hemos asistido a la excarcelación masiva de etarras poniendo como excusa al tribunal europeo. Se fugan los terroristas (De Juana, Ternera, Troitiño y ahora Plazaola). Tenemos un parlamentario vasco de Bildu que ha estado 11 años encarcelado por pertenecer a Eta, y ¡¡hoy es un representante político!! Y tampoco pasa nada cuando el presidente de Sortu y ¡¡cómo no!! también parlamentario de Bildu (son todos lo mismo) habla de dar «jaque mate a la Guardia Civil». Por no hablar de la simbología etarra, por ejemplo en las fiestas de San Sebastián, o de los carteles de Euskal Herria en las carreteras  con las cadenas, símbolo de Navarra.

Somos una sociedad ingrata y miserable que está dando la espalda a las víctimas del terrorismo, a las que han matado por defender a España. Ángeles Pedraza peleando para que en los libros de texto aparezca Eta, pero queremos vivir como si Eta no hubiera existido, y si Eta no ha existido, ¿cómo van a existir las víctimas?

El precio de la paz es la pérdida absoluta de dignidad.

Llevamos tres años poniéndonos de perfil, queriendo ser políticamente correctos, somos el paradigma del relativismo y estas son las consecuencias. En palabras de Burke, «El mal solo triunfa si los buenos dejan de hacer su trabajo», por lo que parece los buenos han dejado de hacer su trabajo…

 

La solución.

Creo, sinceramente, que la solución a la crisis moral que vivimos, a la pérdida de nuestras referencias del humanismo cristiano, al problema que tenemos pasa por la persona.

Cuando tuve el privilegio de presentar a Manolo Pizarro expliqué que lo que de verdad está en crisis, el verdadero protagonista de la misma, es la persona, el ciudadano. No se trata de una crisis económica, política, jurídica, es una crisis de políticos, empresarios, juristas. Las personas son el núcleo de todo y su crisis personal es la que lleva a las instituciones, entidades, empresas… a la crisis. La persona es el sujeto activo de «casi» todo y por eso el conjunto de la sociedad y todos sus instrumentos están en crisis. Lo que hoy está en crisis no es la política, o la empresa, o la judicatura o la Iglesia son las personas que conforman todos esos ámbitos, somos cada uno de nosotros, somos todos los ciudadanos los que estamos en crisis. La situación es la que es. La persona está en crisis, hemos perdido las referencias morales, los principios… Yo no tengo la solución. No sé qué se puede hacer pero lo que tengo claro es que somos cada uno de nosotros los que tenemos que cambiar a mejor.

La solución pasa por el desarrollo integral de la persona. Y para ello (en mi humilde opinión) hace falta que dimensionemos a la persona en cuatro. La dimensión personal, es decir nuestro compromiso y obligaciones con nosotros mismos, nuestra honestidad y coherencia personal, difícilmente si no somos sinceros y leales con nosotros mismos podremos serlo con el resto.

La dimensión familiar, es lo mismo pero aplicado al ámbito familiar, nuestro compromiso y nuestras obligaciones con la familia.La dimensión profesional y, por último, la dimensión comunitaria.

Cada uno de nosotros se desenvuelve y se desarrolla como persona en estos cuatro ámbitos. ¿Cómo lo hacemos? ¿Son reflejo de nuestros principios y valores? ¿Estamos  a la altura de lo que se puede esperar de nosotros? Eso ya son respuestas que tendrán que darse todos ustedes.

Y como posiblemente, ahora en el coloquio, alguno de ustedes me pregunte cómo se hace todo esto, les cuento qué contestó Madre Teresa de Calcuta a un periodista que le preguntó durante una entrevista: ¿Qué es lo primero que tiene que cambiar en la Iglesia para mejorar su presencia en la sociedad? Madre Teresa contestó: Usted y yo.

Muchas gracias.